Durante
un ataque de ansiedad o una situación de agitación máxima, es posible que el
niño se quede paralizado o comience a respirar muy fuerte y transpirar, sin
embargo, lo importante es no dejarse llevar por el terror y tratar de
tranquilizar al niño en todo momento, transmitiéndole calma, ya que si nos ve
nerviosos empeorará la situación, de ese modo, los padres y los educadores
pueden reducir el impacto de las situaciones o acontecimientos vitales estresantes
que viva el niño. Para ello, podemos hacer lo siguiente:
- Intenta
ponerte a su nivel,
mirarlo a los ojos y tomarlo de las manos en caso de que puedas.
- Ayúdale
a hacer respiraciones profundas,
para ello debe respirar por la nariz y soltar el aire por la boca, no
intentes calmarlo con palabras porque es posible que no te escuche.
- Darle
un abrazo de contención también puede ser útil, por ello, si lo ves muy
alterado dale un abrazo fuerte cubriéndolo por completo; la idea es que a
través del abrazo puedas transmitirle tranquilidad y seguridad para que se
sienta a salvo de nuevo.
- Hablar
con el niño de todo lo que le preocupa, de cómo se siente. Permitir que se desahogue y
exponga todas sus preocupaciones, dudas y sentimientos. Es importante no
forzar al niño a hablar de sus sentimientos, sino que debemos estar
disponibles cuando él lo necesite.
- Actuar
como modelos de conducta y afrontamiento: los niños aprenden a actuar y a
afrontar los problemas imitando y adoptando como propios los modos de
actuación de personas cercanas a ellos.
- Demostrar
los sentimientos, no ocultarlos. Tenemos que mostrar lo que nos ocurre, cómo nos
sentimos, de una forma natural.
- Afrontar
los problemas, no evitarlos:
si el niño tiene miedo a alguna situación es importante que se le anime a
enfrentarse a ella. Nuestro cometido es hacer de modelos para el niño:
darle ejemplo afrontando la situación primero, sin forzar al niño a que lo
haga: de este modo comprobará que estar cerca de ese objeto temido (perro,
ascensor, etc.) o en esa situación no es peligroso ni tiene consecuencias
negativas.
- Ayudar
a exponerse a la situación de forma gradual: primero acompañado, luego solo,
comenzar por la situación más fácil, poco a poco aumentar la dificultad…
- Felicitarlo
por los avances.
Es clave ir reconociendo los logros que consigue, y en el caso de no
hacerlo no regañarle por ello, sino motivarle para que logre superar las
dificultades.
- Comprender
lo importante que para el niño es esa situación. No hay que restar importancia
a acontecimientos que para un adulto pueden resultar intrascendentes: una
pelea con otro compañero, un cambio de profesor, la dificultad en alguna
materia escolar, etc. pueden ser lo suficientemente significativas para
que el niño se muestre preocupado.
- Hablar
con el niño de todo aquello que teme. ¿Qué es lo que le inquieta?
¿Qué es lo peor que puede pasar?.
- Adoptar
una actitud propicia a la resolución del conflicto o problemas: ¿qué puede hacer el niño para
solucionar ese problema?; ¿cómo puede hacerlo?; ¿está en su mano el
solucionarlo?... Es importante no adoptar un papel demasiado directivo: el
niño debe aprender a solucionar sus propios problemas. Solucionárselos no
enseña al niño a ser autónomo, sino a depender de los demás.
- Interesarse
por la evolución del problema. Es
recomendable dedicar un espacio a diario para ver cómo se siente y los
avances que ha conseguido. Asimismo, a medida que va superando logros, el
interés debemos prolongarlo en el tiempo, esto no significa no
preocuparnos por el problema, sino ir restándole importancia a medida que
el niño supera sus miedos.
- Animar
al niño, reforzarlo por los avances. Es clave ir reconociendo los logros que consigue,
y en el caso de no hacerlo no regañarle por ello, sino motivarle para que
logre superar las dificultades.
Esto sólo son algunos consejos y orientaciones, sí queréis conocer más en profundidad el tema, podéis consultar la siguiente página web.
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